Supongo que es hora de volver.
La realidad es que nunca
debería haberme ido. Al menos no del todo. Ni por tanto tiempo. Lo siento en
cada poro de mi piel, en cada célula de mi organismo, en cada latir de mi
corazón.
Nunca debería haber desertado
de aquello que soy, de aquello que me es propio.
Nunca debería haberme dado por
vencido, permitiendo que el tiempo me robara mi esencia, que las preocupaciones
me arrebataran la ilusión, que la rutina se llevara estos momentos preciosos.
Pero las cosas no siempre
discurren como queremos. La vida es un obstinado compañero de viaje, con su
propia e inescrutable lógica.
Nunca debí colgar la
estilográfica por tanto tiempo, dejando palabras en el tintero, renglones
torcidos y párrafos inconclusos.
Nunca debí alejarme de mi
propia sombra.
Ahora lo veo. Ahora lo sé.
La vida es un maestro
implacable y se ha encargado de recordarme ese pequeño vacío en mi interior.
Toca aprender. Otra vez.
Siempre.
Nunca acabamos de aprender. Aunque no
queramos. Aunque se nos olvide.
Es la única manera de avanzar.
Y ahora, en mitad de esta
tormenta exterior, ese miembro amputado me recuerda su ausencia.
En estos tiempos extraños dónde
toca replantearse cosas es cuando quizás debamos retomar nuestro auténtico
camino, nuestro propio sendero, nuestra razón de ser.
Y para mi escribir forma parte de este
camino.
No tengo todas las respuestas.
Apenas si el marco de un enorme puzle de un millón de piezas.
Diría que, al contrario, tengo más
preguntas. Y dudas. Y opiniones que vienen y van. Y mutan. Y cambian.
Pero eso no importa.
Solo importan los momentos vividos con
intensidad.
Solo importan los instantes compartidos.
Solo importa lo que hemos dado, lo que
hemos llorado, lo que hemos vivido.
Y todo aquello que nos hace dejar de ser
nosotros mismos y trascender para ser algo más, algo mejor, algo más completo.
Algo que hace que nos sintamos en paz, en harmonía.
Solo importa lo que somos capaces de
regalar a los demás, de aportar, de enseñar y de aprender.
Y para mi escribir es eso.
Escribir es la mejor manera que conozco de
compartir algo íntimo y vital con la esperanza de que alguien, en algún
momento, obtenga algo de ello o, al menos, le ayude a pasar unos instantes
agradables.
Quizás tan solo sea por vanidad.
Quizás tan solo sea porque hace que me
sienta útil.
¿Quién sabe?
Solo sé que nunca debería haberme ido.
Pero también sé que nunca es tarde para
volver.
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