El motivo

Aunque me produce satisfacción el solo hecho de escribir me gustaría pensar que aquello que creo sirve, al menos, para entretener a otros. Si, además, soy capaz de transmitir algo, despertar algún sentimiento en quien lo lee, me doy por más que pagado, puesto que la auténtica satisfacción radica en compartir.

domingo, 20 de septiembre de 2020

CUANDO ALGUIEN PARTE

Cuando alguien parte siempre queda un vacío.

El que deja esa presencia que ya no está.

Imposible de sustituir en toda su esencia, con sus virtudes y sus defectos, con sus claros y sus oscuros; imposible de paliar, de reemplazar.

Y ese vacío es como una fea cicatriz en nuestra alma, en nuestro corazón, en nuestra mente. El imborrable testimonio de una herida que llevaremos ya siempre con nosotros como el recordatorio de lo que fue y ya no será.

El tiempo solo mitiga el dolor, alisando las aristas de esa cicatriz. Pero los recuerdos, las memorias y las vivencias permanecen en ese vacío, bajo la herida, en lo más hondo de nuestro ser. Porque la vida continúa. Pero ya no es la misma vida. Es otra. Es diferente.

Con cada ausencia se va también una parte de nosotros para no volver. Con cada partida se desgaja un pedazo de nuestra alma. Con cada marcha muere un poco de nosotros.

Se lo lleva el que se va. Aquel que ha andado con nosotros. Es parte de su equipaje. Y así debe ser. Es justo. Se lo debemos.

Poco importa que se haya subido a nuestro autobús en la parada anterior o lo haya hecho al inicio del recorrido.

Nuestro corazón no entiende de distancias. Él siempre se entrega al 100%. Él siempre lo da todo, sin reservar nada, sin esconder nada.

Nunca es buen momento para irse.

Nunca lo es para despedirse.

Tanto da que el que se va sea una persona o un animal de compañía. La pérdida, el vacío y la ausencia no va en proporción al tamaño.

Venimos para irnos, pero nuestra cabeza y nuestro corazón parecen no entenderlo y se aferran con tenacidad a ese imposible, a esa quimera, a ese absurdo; incapaces de entender la brutal simplicidad de esa implacable sentencia.

Somos incapaces de entender que sólo puede haber vacío dónde antes hubo algo.

Amor, ternura, afecto, tiempo compartido, juegos, caricias,…. la lista es infinita.

Cuanto más hondo es el vacío, más grande es la cicatriz, más profundo es el vínculo y más larga la lista.

Cuánto más se ha querido más se ha perdido, porque no podemos perder aquello que no hemos tenido antes.

Así que alegrémonos por haber tenido la suerte de haber recibido este precioso regalo, de haber disfrutado de él, de haber compartido nuestro trayecto aunque haya sido por un breve espacio de tiempo. Porque en nuestra mano no está decidir cuando parte el tren, pero sí cómo y con quien realizar el viaje.

domingo, 13 de septiembre de 2020

¿POR QUÉ TENGO QUE ESCOGER?... LO QUIERO TODO

 

Hemos crecido con la idea de que no se puede tener todo, de que hay que esforzarse, sudar y sacrificarse para conseguir aquello que nos proponemos, especialmente en el ámbito profesional. Y que eso supone irremediablemente renunciar a cosas como el tiempo libre, la familia, las vacaciones o nuestro sueños.

Y supongo que así es para la mayoría de nosotros. Al menos en ciertos momentos de nuestra vida.

Pero con el tiempo descubrimos que tal vez nos hemos enfocado erróneamente en unos objetivos que no nos satisfacen plenamente en lo más íntimo de nuestro ser,que no nos llenan,  y eso nos provoca una sensación de vacío e insatisfacción que subyace en lo más hondo de nuestra mente, y emerge al exterior en contadas y dolorosas ocasiones, en las que nos sentimos desconcertados, asustados y desorientados.

¿Por qué no?, nadie nos ha preparado para esto.

Pensábamos que teniendo un buen trabajo, familia, un buen coche y quizás una segunda residencia lo tendríamos todo.

Y de pronto descubrimos con estupefacción y temor que, mucha veces, teniendo todo eso no es suficiente.

¿Y entonces qué? nos preguntamos de noche, en voz baja, para que nadie nos oiga.

Y, ¿por qué habría de ser suficiente? pregunto yo.

¿Acaso no tenemos múltiples facetas?

Yo soy mucho más que un solo yo, que mi yo trabajador, o mi yo familiar.

Yo soy padre, hijo, nieto y esposo/pareja o amante al mismo tiempo. Y, además de un ser físico y corpóreo, soy un ser espiritual, místico y emocional; con todos mis sueños, mis anhelos, mis miedos y mis limitaciones.

Nosotros somos todos esos yo a la vez y nunca estaremos completos si no nos realizamos en todas nuestras facetas y seguimos el verdadero camino de nuestra alma.

Así que, ¿por qué voy a conformarme con menos? ¿Por qué tengo que escoger?

Yo lo quiero todo.

Quiero un buen trabajo y un buen sueldo, pero un horario aún mejor. Quiero disfrutar de mis hijos y de mi pareja, quiero escribir, ir al cine, plantar un árbol o cuidar mi jardín. Quiero mojarme bajo la lluvia y estar en buena compañía hasta las tres de la madrugada. Quiero dar, recibir, llorar, sonreír, amar, tener miedo y delirar. Quiero equivocarme. Y quiero aprender. Quiero perseguir mis sueños, recuperando ese niño interior que nunca se fue. Quiero ser mejor y hacer mejor a los demás. Quiero brillar y que todo el mundo brille conmigo.

Quiero vivir plenamente.

Así que no quiero renunciar a nada. No quiero escoger. Lo quiero todo. Y quiero que tú le tengas todo también.