Quizás la vida tan solo sea la vida. Y tan solo haya que vivirla. Así, sin
más. Sencillo, ¿no?.
Pero tal vez no sea tan simple.
Quizás nosotros nos empeñemos en buscarle un sentido, una dimensión, un
propósito y una profundidad de la que carece.
Quizás.
Tal vez la vida sea un proceso de aprendizaje, una extensa clase práctica,
una impagable oportunidad de experimentar.
Quién sabe.
De lo que no hay duda es que la vida es un camino, un trayecto, un sendero
que nos lleva al mismo, enigmático y desconocido punto de partida.
Volvemos allí de dónde partimos, en un vuelo sin retorno en primera clase
que solo permite una reducida maleta de mano por equipaje.
Recuerdos, vivencias, sentimientos y experiencias.
Miedos, anhelos, sueños, dudas, dolor y angustia.
No hay espacio para todo en la pequeña maleta.
Hay que escoger.
Así que, al final, la vida es tan solo una elección o, mejor dicho, una suma
de elecciones, de infinidad de decisiones sobre lo que realmente importa y lo
que no, sobre lo que queremos llevarnos con nosotros (atesorar, conservar) y
aquello de lo que podemos desprendernos, de lo que podemos prescindir, puesto
que ya no nos resulta útil o simplemente no queremos llevar con nosotros.
La vida es pues un proceso de búsqueda, de recolección y selección de todo
aquello que queremos poner en nuestra particular maleta.
En nuestra mano está llevarnos ropa sucia, baratijas compradas en una
tienda para turistas, esponjosas nubes blancas de algodón o un juego de magia.
No hay normas, ni instrucciones, ni
una manera correcta o incorrecta de hacer la maleta porque, al fin y al cabo,
en la mía no puedo poner tu ropa, porque no es de mi estilo, porque no es de mi
talla o porque tu ropa es demasiado fina para mí.
En la mía tengo ya viejas fotografías en blanco y negro de familia y amigos
que ya no están, unos pocos y selectos libros, algunas canciones, un puñado de
preciados recuerdos, unas pisadas en la arena, muchas sonrisas, buenos momentos
compartidos, el canto de un ruiseñor y el olor a tierra mojada tras una
tormenta.
Ya solo me queda por poner todos
aquellos sueños que aún no se han cumplido pero lo harán, toda aquella gente especial que está por venir
y toda la luz, amor y felicidad que aguarda, limpia y bien doblada en la cama,
junto al pijama y el neceser.
Pero eso será más tarde.
Aún quedan un par de días para irnos.
Y mientras tanto, ¡quedan tantas cosas por hacer!
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