viernes, 21 de agosto de 2020

EL SENTIDO DE LA VIDA


Quizás la vida tan solo sea la vida. Y tan solo haya que vivirla. Así, sin más. Sencillo, ¿no?.
Pero tal vez no sea tan simple.
Quizás nosotros nos empeñemos en buscarle un sentido, una dimensión, un propósito y una profundidad de la que carece.
Quizás.
Tal vez la vida sea un proceso de aprendizaje, una extensa clase práctica, una impagable oportunidad de experimentar.
Quién sabe.
De lo que no hay duda es que la vida es un camino, un trayecto, un sendero que nos lleva al mismo, enigmático y desconocido punto de partida.
Volvemos allí de dónde partimos, en un vuelo sin retorno en primera clase que solo permite una reducida maleta de mano por equipaje.
Recuerdos, vivencias, sentimientos y experiencias.
Miedos, anhelos, sueños, dudas, dolor y angustia.
No hay espacio para todo en la pequeña maleta.
Hay que escoger.
Así que, al final, la vida es tan solo una elección o, mejor dicho, una suma de elecciones, de infinidad de decisiones sobre lo que realmente importa y lo que no, sobre lo que queremos llevarnos con nosotros (atesorar, conservar) y aquello de lo que podemos desprendernos, de lo que podemos prescindir, puesto que ya no nos resulta útil o simplemente no queremos llevar con nosotros.
La vida es pues un proceso de búsqueda, de recolección y selección de todo aquello que queremos poner en nuestra particular maleta.
En nuestra mano está llevarnos ropa sucia, baratijas compradas en una tienda para turistas, esponjosas nubes blancas de algodón o un juego de magia.
No hay normas, ni instrucciones,  ni una manera correcta o incorrecta de hacer la maleta porque, al fin y al cabo, en la mía no puedo poner tu ropa, porque no es de mi estilo, porque no es de mi talla o porque tu ropa es demasiado fina para mí.
En la mía tengo ya viejas fotografías en blanco y negro de familia y amigos que ya no están, unos pocos y selectos libros, algunas canciones, un puñado de preciados recuerdos, unas pisadas en la arena, muchas sonrisas, buenos momentos compartidos, el canto de un ruiseñor y el olor a tierra mojada tras una tormenta.
 Ya solo me queda por poner todos aquellos sueños que aún no se han cumplido pero lo harán,  toda aquella gente especial que está por venir y toda la luz, amor y felicidad que aguarda, limpia y bien doblada en la cama, junto al pijama y el neceser.
Pero eso será más tarde.
Aún quedan un par de días para irnos.
Y mientras tanto, ¡quedan tantas cosas por hacer!

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