jueves, 8 de diciembre de 2016

HOY

El día se acerca a su fin lenta e inexorablemente. Y con él el año, caminando ambos como dos amantes, de la mano, mirándose a los ojos en silencio. Todo está dicho ya. Sobran las palabras.
Atrás quedan recuerdos, sensaciones, sonrisas, llantos, lamentos, dudas, miedos, alegrías. Atrás quedan noches y días. La puerta se va cerrando poco a poco, y la pequeña sombra escurridiza, hacendosa, empieza a empaquetar nuestros recuerdos para almacenarlos en alguna oscura despensa, en algún lugar de nuestra mente.
Allí se guardarán en frascos de cristal. El verde turquesa de los sueños cumplidos. El gris oscuro de las pesadillas. El magenta de los momentos amargos. El marengo de las dudas y el miedo. El azul del amor. El naranja de las sonrisas. Frascos y más frascos perfectamente alineados en viejos estantes de madera para que no se pierda nada.
Frascos que centellean y refulgen en la oscuridad como un millón de bombillas de colores. Frascos en los que se agita una bruma opaca y espesa que parece cobrar vida por momentos. El tintineo del cristal al chocar contra el cristal produce un extraño eco que reverbera en la despensa. La sombra aguarda unos instantes y susurra unas palabras en una lengua olvidada. El rumor se detiene. Echa una sola mirada más y abandona la estancia con las manos vacías.
Otro día está a punto de nacer. Otra puerta está a punto de abrirse. Otro gran libro en blanco con miles de historias que contar.

Pero eso será mañana.

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