domingo, 23 de mayo de 2021

LA ESPERA

He llegado temprano. Siempre me ha gustado ser puntual. Incluso hoy.

Esperaré. Tengo tiempo.

La sala de espera está llena.

Me ha costado mucho decidirme a venir. Pero al final no me ha quedado más remedio. No tenía otra opción. No solo lo hago por mí. Lo hago, sobre todo, por mi familia.

Estoy nervioso.

Una voz dulce anuncia desde lo alto el nombre del siguiente a pasar.

Las blancas paredes están repletas de coloridos dibujos que parecen hechos por manos infantiles, con esos trazos gruesos y desgarbados tan característicos.

Los contemplo mientras aguardo mi turno.

No quiero mirar el rostro de los demás. Todos estamos aquí por el mismo motivo. Ellos lo saben. Yo también. Con eso basta.

La sala se va vaciando.

Al fin la voz pronuncia mi  nombre.

Me levanto y me dirijo a la puerta número 3.

Ésta se abre mostrando una pequeña habitación blanca con una mesa y una silla de plástico del mismo color.

Dios está sentada en ella.

Es la mujer más bella que he visto jamás.

En sus ojos color de tierra mojada nacen y mueren constelaciones.

Sonríe, y su sonrisa ilumina la estancia como un millón de soles.

—Te estaba esperando —susurra en mi mente.

Una sensación de paz me embarga, ahuyentando mis dudas, disipando mis temores.

—Acompáñame.

Y yo la sigo. Oigo como se cierra la puerta a mi espalda, a un mundo de distancia.

Ya no podré volver. Pero no me importa.

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